Pasa, entra, ponte
a la mesa, busca tu invitación…
Todo a punto. Come, bebe, disfruta. Menú
especial.
Dios sabe a pan, a ternura, a compañía, a
sabiduría, a lucidez.
Pasa, come, recupera, llena, sana,
comparte, desahoga..
Todos los años, nos reunimos en la tarde
del Jueves Santo para “hacer memoria” de una cena de despedida, donde recordamos lo profundo de un
mensaje que ha cautivado nuestros corazones, nuestra sabiduría, nuestra
libertad, nuestras capacidades, lo mejor de nosotros…
Brindamos por una cosa que
vale la pena vivir y morir: el amor
Si
te dicen que no estoy, recuerda.
Si
te dicen que me he ido,
pregunta sin miedo.
Si te dicen que nunca he estado, sonríe.
Si
te dicen que no sirvo,
muestra
tus anhelos.
Si
adviertes que me ausenté,
llora
los porqués.
Si
no me encuentras, busca.
Si
dudas y desesperas, camina.
Si
la vida se hace dura y sangra,
mira mis entrañas.
Si
te avisan que no siento, acércate.
Si
te atemorizan porque no llamo, escúchame.
Si
te aseguran que estoy perdido,
sigue mis huellas.
Si
te sugieren que ya no sirvo,
descubre
tu alianza conmigo.
Si
te dicen que me fui, persígueme.
Si
te aseguran que he perdido, proclama mi triunfo.
Si te dicen que he muerto, búscame entre los vivos.
Si
te dicen que soy un fantasma,
palpa
mis llagas.
Si
te dicen que vuelvo, no te detengas.
Si
te preguntan si perdoné, di que sí.
Si
te dicen que me has perdido,
háblales
de tus encuentros conmigo.
Si
te sugieren que fracasé,
diles
que el ser humano es lo que importa.
Y
si te reclaman mi cadáver,
di que estoy vivo
en ti.
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