Del Evangelio de Juan 5, 1-3, 5-16
Hay días, Señor que me siento como el paralítico de la piscina: paralizado, bloqueado en mis pensamientos, en mis sentimientos. No necesito milagros espectaculares; sólo que vengas tú y, con tu sola presencia y la fuerza de tu palabra me hagas levantarme de mi postración y me invites. ¡Anda¡.
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